(Este texto fue previamente la newsletter enviada el 27 de mayo del 2025)
¡Hola!
En el libro que comentaba en la última carta otro día, El Jardín Mineral, leí otra cosa que me pareció maravillosa:
Contaba Óscar Martínez, que las semillas del algarrobo se utilizaban en la antigüedad como unidad de peso de las gemas debido a que son muy uniformes. Independientemente del algarrobo del que provengan, su peso es casi idéntico: 0,2 gr.
Los antiguos griegos usaron el nombre del árbol, keratin para nombrar esa unidad de medida, y posteriormente, los árabes la adoptaron a quirat, de donde viene la actual palabra quilate La unidad de medida que utilizamos para las gemas.
(No confundirse con kitale, con k, que se refiere a la pureza del oro).
"De este modo, en el interior de estas vainas marrones, rugosas y retorcidas, alejadas del brillo y colorido de las gemas, nos aguarda el último vínculo entre el fruto y la piedra, entre el bosque y la caverna, entre lo vegetal y lo mineral". 1
Quería comprobarlo y aproveché mi último viaje a Mallorca para coger unas vainas del algarrobo de casa de mis padres.
Mentiría si dijera que todas pesaban exactamente 0,2gr. Variaron en un rango de 0,18-0,22 ... ¡suficientemente exacto, creo yo!
En ese mismo viaje celebramos el día de la madre. Le regalamos unas flores que recogimos con los niños -flores de su campo- y le hicimos un bizcocho -cocinado con sus ingredientes-.
Me pareció muy simbólico que el regalo a una madre fuera lo que ella te da, transformado por tí, porque en eso consiste ser hija, no?
Me acordé de unos colgantes que hice para una mujer, uno para ella y otro, regalo para su madre. Partían de un mismo origen pero el de ella se modificaba al acercar a su semilla de oro pequeños elementos que el metal, al calentarse, absorbía. Ella me decía que su madre le dio alas y la invitó a usarlas. Esas vivencias transformaban su colgante.
Volviendo a las vainas de algarrobo. Me traje unas al taller, y el otro día hice algo.
Usé un método de fundición muy básico, la tierra delft, para hacer una réplica de esa semilla en metal. Este proceso consiste en estampar el modelo sobre esta tierra muy compactada y crear un crisol temporal sobre el que verter el metal líquido.
Quería también devolver a mi padre su semilla de algarrobo, transformada. De su semilla 'se feliz en la vida' a mi profesión de orfebre.
Pensé en hacer un colgante, una especie de llavero para las llaves de la casa y le soldé una arandela…
… pero la quité.
Porque recordé un ojo turco que me regaló y vivió en mi monedero (juraría que él también ha llevado uno entre sus monedas) mucho tiempo.
Y quiero que esta semilla de algarrobo se pierda entre sus monedas, en los vaciabolsillos de casa, o que incluso se pierda tanto que vuelva a la tierra, intentando germinar, ilusa de ella.
Continuando con ese juego de la oscuridad del fruto al brillo de la plata, de lo temporal a lo eterno.
Papá, cuando vaya a Mallorca te la llevo :)
Gracias por estar.
Celia.